sábado, 2 de octubre de 2010

¿Engaño o irresponsabilidad?


Digamos que tienes ahorrado $140,000 dólares en tu cuenta de retiro y te invitan a comprar monedas de oro donde al cabo de unos siete meses te devuelven $85,000 dólares, ¿Comprarías las monedas? O sea, ¿Perder alrededor del 40% en solo siete meses? Pagas un dólar y te devuelven $0.60 centavos. Dudo que exista alguien que compraría esa mercancía teniendo la certeza que perderá.
Entonces, ¿Cómo puedes ser que un neurólogo de profesión llamado Dr. Julius Bazan aceptó tal propuesta cuando nuestro sentido común nos dice que no? Es aquí que entramos en una línea gris entre el engaño y la irresponsabilidad.


Esto es lo que pasó. 

La demanda y los precios de los metales, especialmente el oro, se han disparado en los últimos años. Hace tres años el precio de la onza de oro rozaba los $650 dólares. Hoy pasa los $1,250 dólares. ¿Por qué? Una alta demanda. ¿Y qué lleva la alta demanda? Especulación, protección contra la inflación, desconfianza en el dólar son las razones principales que han llevado el precio de los metales hacia arriba.
En los medios se escuchan comentaristas hablando de la hiperinflación en Estados Unidos, del endeudamiento público, de la pérdida del valor de la moneda norteamericana y la desconfianza de un gobierno más intervencionista. Entonces, ¿Dónde poner el dinero ante tal escenario económico? Metales. Así muchos recomiendan no solo comprar oro para protegerse de la inflación, sino también que el oro seguirá subiendo de valor como la ha hecho por los últimos 10 años.

Ante este "boom" muchas compañías están llenando los espacios mediáticos ofreciendo lingotes, monedas y barras de oro y plata. Alrededor de 5,000 compañías ofrecen este tipo de producto. Aunque legalmente no es un instrumento de inversión, se vende como un instrumento para protegerse de la inflación y para generar ganancias en el futuro.

Es en este ambiente que a finales del 2009, Dr. Julius Bazan responde positivamente a una publicidad realizada por una de las compañías dominantes en el mercado, Goldline International. Toma contacto por internet donde solicita información sobre la compra de lingotes y barras de oro.
Recibe su material de promoción, precios, una guía de compra que incluye los riesgos que se incurren en la compra y venta. 

Entre las conversaciones que tiene con los representantes de la compañía, el vendedor le sugiere la compra de monedas de oro. ¿Razón? En 1933, el gobierno de los Estados Unidos decretó una orden donde todos los ciudadanos tenían que entregar el oro que tenían a cambio de recibir papel moneda. ¿Excepto? Monedas de colección. Entonces, dice el argumento, con la situación económica y las acciones tomadas por el gobierno actual, ¿no pudiera algo como en el 1933? (nota: la orden de confiscación en 1933 dejo de ser aplicable un año después y en 1974 se hizo legal la posesión de oro por los ciudadanos). 

Este mismo argumento lo daba un comentarista político muy conocido en los medios norteamericanos. El mismo comentarista contaba con el auspicio de Goldline en sus programas de radio, TV y eventos públicos. 

En la información escrita suministrada por la compañía decía que en caso de que el comprador decidiera vender las monedas, la compañía las compraría con un descuento de hasta el 35%. Además, recomendaba que se poseyera las monedas a largo plazo (10 años) y no a corto plazo. ¿Razón? Al pagar un precio alto por las monedas, necesitarías tiempo para recuperar el costo. Además darle tiempo a que el precio del oro suba.
Después de sesenta días de solicitar información y discusiones con los representantes de la entidad, Dr. Bazan decide comprar $140,000 dólares en monedas de oro apostando que el precio del oro se dispararía a $3,000 por onza. El precio del oro, al momento de la compra, rodeaba los $1,200 dólares la onza.
Dr. Bazan firma los documentos donde asegura que comprende los riesgos de la compra y que está de acuerdo con toda la información suministrada por la compañía. 

Al cabo de siete meses, viendo que el precio no subía como esperaba y queriendo invertir el dinero en acciones, decidió venderle las monedas a la compañía que originalmente se las había comprado. Para su sorpresa, la compañía le compraba los $140,000 dólares en moneda por valor de $85,000 dólares. Una bajada del 40% de su valor original. 

No sólo Dr. Bazan perdía en la venta, ya había perdido cuando compró las monedas debido a que el precio de venta de Goldline en sus monedas estaba por encima del mejor precio que ofrecía la competencia. No solo compró caro, también le cobraban un alto margen por la compra de las monedas.
Para entenderlo de otra forma, es como si pagáramos una moneda de 8.4 gramos de oro $850 dólares cuando el valor en oro es de $295 dólares y la competencia lo vende a $575 dólares. ¿Te imaginas cuanto tiene que subir el precio del oro o toparnos con otro ingenuo para que nos pague el precio que nos ayude a recuperar lo que pagamos?
Recientemente el Dr. Bazan expuso su caso en unas vistas realizadas por el Subcomité de Comercio y Protección al Consumidor de la Cámara de Representantes donde algunos legisladores intentan traer nueva legislación sobre la venta de metales, entre ellos el oro, como vehículo de inversión. 

¿Engaño o irresponsabilidad?

Al final, tú decides. 

Tomado de: Yahoo! Finanzas.

Texto de Xavier Serbia

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